Si estás leyendo esto es probable que no te encuentres en tu mejor momento, por lo que es totalmente natural que reflexiones sobre acudir a un profesional de la salud mental.
Y no, no estás loco, ni eres inestable o débil. Eres de los pocos valientes que se atreven a responsabilizarse de su bienestar.
Además, si es tu primera vez, te preguntarás, ¿cómo es ir al psicólogo? ¿qué me voy a encontrar? ¿me va a “comer la oreja”? o ¿estaré a la altura de lo que será el proceso?
El mundo va a un ritmo cada vez más frenético: los alquileres suben, el trabajo escasea, y el trato entre personas parece que está perdiendo humanidad. Y esto, se ve reflejado en el informe “Salud mental en datos” del Ministerio de Sanidad en 2020:
“El problema de salud mental más frecuente es el trastorno de ansiedad que afecta al 6,7%de población (8,8% en mujeres, 4,5% en hombres). Si se incluyen “signos/síntomas de ansiedad” la cifra alcanza el 10,4%”
Una décima parte de la población convive con síntomas de ansiedad. Eso es una barbaridad. Es necesario ponerle freno para que no vaya a más.
¿Cómo me va a ayudar el psicólogo?
El psicólogo es una persona que ha dedicado mínimo 6 años de su vida a comprender el comportamiento humano y la mente. Las personas, a modo general, somos una suma de lo aprendido, de nuestros actos, sentires y experiencias más las circunstancias que nos han rodeado y en las que actualmente estamos.
Durante las sesiones, nos encargamos de comprender qué te trae a terapia, dónde te encuentras, cómo te sientes, qué deseas y cómo podemos alcanzar los objetivos terapeuticos. No solo es dejar de sentirse mal, es aprender a cómo responder ante ese malestar, a convivir con todas las dimensiones de nuestra persona, a proceder de manera distinta y no entrar en bucle, a atrevernos, a tratarnos con humanidad y cariño, y sobre todo, saber qué está en nuestra mano y qué no.
Por ello, cada terapia es individual y personal, esto no es una cadena de montaje. Importas tú, lo que te ha pasado, lo que te está pasando y qué te funciona o puede funcionar mejor. Así, el abordaje se hará con unos recursos específicos para ti, otorgando las herramientas necesarias para poder responder a tu día a día. Quizás no puedas evitar algún problema, pero sí sabrás qué hacer con él, porque tus capacidades se expandirán.
Estar mal puede ser el comienzo de estar mejor.
Sé que no te quita el miedo. Y está bien. El miedo tiene una función, nos dice “oye, ve con cuidado, que no quiero que te hagas daño”. No es cuestión de tener o no miedo, sino de comprenderlo y actuar en consecuencia. En terapia aprenderás este tipo de cosas.
Los nervios y recrear muchos escenarios posibles también acompañan al miedo. Cuando tenemos incertidumbre sobre algo, empezamos a darle vueltas para prepararnos. Insisto, tranquilo, todo va a salir bien, no necesitas estar 100% seguro para acudir al psicólogo. Precisamente vamos cuando estamos pasando por una mala racha donde la seguridad puede no estar muy presente.
Lo estás haciendo bien.
Para que esta incertidumbre te sea más amena, aquí te dejo tres aspectos a tener en cuenta para saber cómo va a ser el trato con el psicólogo:
1-Vas a estar en un espacio seguro
El psicólogo sabe que te encuentras vulnerable, no se va a aprovechar de tu situación.
Cuando hablamos de espacio seguro, hablamos de un lugar ambientado y acondicionado para que puedas permitirte el lujo de relajarte sin ningún tipo de prejuicio hacia tu persona. No hay ningún peligro. El psicólogo se encargará de que te encuentres cómodo. Su función es la de guiarte durante las sesiones al detectar las dificultades por las que estás pasando, ajustando el ritmo al necesario para tu avance.
Las primeras sesiones suelen ser para la evaluación del problema y establecer el vínculo terapéutico, recogiendo toda la información necesaria para hacer una devolución y, teniendo siempre tu punto de vista, proponer la guía de intervención.
2-Las sesiones también funcionan como espacios simulados
Aquí va algo que muchos no te cuentan. Tu psicólogo va a ponerte a prueba. Pero tranquilo, que no va a ser como nos imaginamos la mayoría, de forma ruda y sin consideración. Las sesiones son un espacio donde podremos recrear, según el enfoque del profesional por supuesto, escenarios que fuera de consulta son en los que se experimenta malestar. Ahí reside la importancia de las herramientas, que antes de soltarte al ruedo, se ensayan y trabajan en consulta.
El psicólogo se adapta a ti. Podrá aprender cómo te funcionan mejor las cosas, si necesita ser más directivo contigo, si tiene que ser más empático, pausado, o pincharte un poquito.
En cualquier caso, todo profesional dispondrá de las habilidades necesarias para que la experiencia en consulta sea agradable incluso en los momentos incómodos, porque ponerle solución a aquello que nos hace daño no es algo placentero a corto plazo.
También estará abierto a tus propuestas, peticiones y observaciones. De hecho, frecuentemente solicitará tu visión y facilitará que te expreses. Tú conoces tu vida mejor que nadie y puedes hacer todas las puntualizaciones que veas necesarias.
Según tu caso y la problemática a la que te estés enfrentando, el proceso terapéutico será más o menos intenso. Nosotros intentamos modular la intensidad para que puedas ir pasito a pasito, y nos gustaría que nadie sufriera, y es que el dolor también forma parte de la vida.
No es lo mismo alguien con dificultades a la hora de hacer peticiones que dispone de una buena red de apoyo que alguien que ha sufrido una agresión sexual, no dispone de sustento económico y tiene un familiar enfermo. Quizás no sea políticamente correcto decir esto, pero nos jode no poder ayudar tanto como nos gustaría. Hacemos lo que está en nuestra mano.
3-El psicólogo también es una persona vulnerable y susceptible al sufrimiento
Parece que el psicólogo tiene la llave de la vida y no es así. También es una persona que siente y padece como tú. De hecho, algo muy extendido en nuestro gremio es el dicho
“consejos vendo que para mí no tengo” (aunque nosotros no damos consejos, damos terapia, pero tú me entiendes).
La imagen del psicólogo como un señor mayor con bata blanca que te dice lo que tienes que hacer está perdiendo fuerza en los últimos años ya que esa figura representaba la invulnerabilidad y el poder absoluto, y eso no existe. En tanto a que somos humanos, tanto profesional como paciente somos iguales. Personas.
Y es precisamente este aspecto de humanidad, comunitario, de apoyo y abrigo, junto a lo aprendido en la formación obligatoria, más las que aprendemos después en constante renovación, lo que nos pone en el puesto de persona a la que acudir. Un buen psicólogo ama su profesión porque ama vivir con sus días buenos, malos, no tan malos y no tan buenos.
En resumen. No eres menos por ir al psicólogo y no te va a machacar como si se tratase de un padre autoritario. Los psicólogos sabemos que para poder ayudar primero tenemos que escuchar atentamente sin apresurarnos a hacer cualquier valoración. Cada persona es única y ha vivido cosas que desconocemos, debemos estar atentos a lo que cuenta, lo que expresa, el contenido del mensaje, y qué necesitas que no obtienes en tu entorno actualmente.
Nosotros no solucionamos tus problemas, te enseñamos a cómo hacerlo tú lo mejor que sabemos, respetando tus tiempos, necesidades y ritmos.
Y siempre valorando el esfuerzo tan grande que estás haciendo para cuidar de ti.